.nana.
por ag0nistika
.pued0 engañarme a mi misma.
.pensar ke n0 teng0 más ke decir s0bre Los h0riz0ntes naranjas
.ke pisan mi mar.
.pued0 k0nvencerme de ke es Lo ke kier0
.mientras Las 0Las susurran Las dudas
.y soLo kre0 en ke eL mar nunka deja de respirar.
.Lo fum0 y duerm0.
.Lo sueñ0 nocturn0 y a La mañana siempre hace s0L
.asi nunka LLueve
.ni revueLven su saL
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Hola, me gusta mucho este poema. Suave, susurrante, intenso y dramático a la vez.
Soy Ricardo, desde Argentina
Hola, soy uno de los mineros de Chile. Les pedí que me dejaran aca abajo, en el refugio viviendo mi vida en la oscuridad de los vacíos subterraneos pero les parecio una estupidez. Me opuse cuanto pude pero un gancho al menton me nublo la vista…
Breve y con una ambientación muy onírica, como en un sueño. Muy bello.
Un saludico.
Pienso como tu, el mar nunca deja de respirar, y su aliento provee vida. El mar constante, el mar cambiante, el mar acogedor en los excesos ígneos de los veranos, el mar enardecido de olas y vientos de clamor y sal.
Las olas susurran dudas, traen el eco de nuestros desconciertos, y también insuflan aire a la estancia enmohecida de nuestros pensamientos.
Convencerse a uno mismo no parece una buena idea, suena a vencerse, a darse por vencido con consentimiento.
Parece mejor idea abrir las ventanas y dejar entrar la brisa, escuchar con los seis sentidos, estar atento a las vibraciones del aire, a las alteraciones del tiempo, a los cambios de las estrellas, a los rumores de la noche y a las canciones del día.
Busca las huellas que han dejado las pisadas de los horizontes naranjas, siempre espléndidos, en tu mar. Tal vez no las encuentres, tal vez nunca estuvieron ahí. Nuestro mar no admite lamentos por pisotones y siempre pretendemos el tránsito de horizontes naranjas por sus aguas, sólo pretendemos, no anhelamos, porque también agradecemos las olas embravecidas y su estruendo contra las rocas, los suaves abrazos de ida y vuelta de las ondulaciones susurrantes, el calor del sol para secar nuestra piel al salir del agua, el viento en la cara que nos ahuyente el espanto de los callejones oscuros en los que parece no haber salida.
Suena la nana, es hora de descansar, tal vez mañana haga sol, o llueva, o la sal se revuelva. En cualquier caso, ahora suena la nana y es hora de descansar.